Historias: De como conocí a la Nana
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La Nana vive en Veracruz. En verdad se llama Adelita Hernández, pero le llamamos Nana que en tulegaya significa mamá. Su esposo es Paba Camilo.
Ellos tienen una hija que se llama Delfina. En diciembre de 1998 me asignaron al área de Veracruz con el élder Taumoefolau.
Que tiempos aquellos. Taumoefolau apenas teníamos cuatro meses en la misión cada uno. Éramos un par de misioneros inexpertos.
Siempre visitabamos a la hermana Delfina porque las hermanas que estaban antes que nosotros la dejaron anotada en la Carpeta del Barrio. A pesar de que tenía el deseo, ella no se podía bautizar porque su compañero de vida no se quería casar.
Después de tanto visitarla, le habíamos tomado mucho cariño a la hermana Delfina y sus hijos que si pudieron ser bautizados.
Entonces le pedimos a Delfina que nos llevara donde sus padres, para conocerlos, pero en un mil y una ocasiones la hermana Delfina que donde sus padres no nos podía llevar porque no sabía cómo nos iban a recibir a nosotros los misioneros.
Nunca entendí si era porque los padres de Delfina eran muy enojados, si eran de otra religión o por otra razón, pero una vez encontramos a Paba Camilo en la casa de Delfina y comenzamos a conversar con él.
Le pedimos que nos llevara a su casa y nos aceptó.
Cuando saludé a mi Nana sentí algo dentro de mi corazón. Comenzamos a enseñar las charlas a la familia Hernández.
Los notábamos callados, pero prestaban mucha atención.
No logré bautizar a Nana, porque aún no se había casado con Paba Camilo.
Unos meses antes que yo finalizara la misión, me enteré que toda la familia Hernández se había bautizado.
No puedo olvidar una carta que me escribieron cuando ya regresaba a la casa. En una parte que escribía Camila, una de las hijas de Nana, me decía gracias, porque desde que llegué a su casa con élder Taumoefolau las relaciones entre los miembros de su familia habían mejorado mucho.
Al leer esas palabras, sabía que en esa familia había actuado el poder del evangelio de Jesucristo y mi testimonio creció enormemente. Ese pequeña experiencia fue una de las más espirituales que me ocurrieron en la misión. |
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