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Stories: The Conversion of Eliazar Rincones (English y español)

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The Conversion of Eliazar Rincones (English y español) 08 Jan 2003
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The Conversion of Eliazar Rincones
By Erin Howarth, 01-08-2003


In January 1992, I was a full-time missionary serving in the Venezuela Caracas Mission. President Hoffman had just transferred me from Barrio La Urbina to Barrio Puerto La Cruz to work with Hermana Dávila. That first month was really rough for some reason. We made a lot of visits, and we met a lot of people, but nothing came of it. I don't suppose it helped matters that I could barely speak a word of Spanish. I had been in the county for only one month, and I wasn't learning the language very quickly.

One of the young women in the ward arranged for us to meet with her friend, Elias. We taught him the first discussion at her house. He was very polite, but probably not very interested. We gave him a Book of Mormon and invited him to read it and pray about it. We made a follow-up appointment for later in the week.

Later that week, we were waiting for him at his friend’s house. As he walked up the stairs, he saw us sitting on the porch, and the look on his face made it obvious that he had forgotten about our appointment. I don’t think that he really wanted to, but he sat down to talk with us. We asked him about his reading of the Book of Mormon. He hadn’t read, so we decided to read together. As she always did in this situation, my companion assigned each of us to take turns and read five verses each of 3 Nephi 11.

I think Hna. Dávila started. She read the first five verses, and then it was Elias’s turn. He read five verses, and then it was my turn, but Elias kept right on reading, and reading and reading. He was really caught up in it. Suddenly, he seemed to remember where he was, and he looked up at us and apologized. Of course we were very happy about his enthusiasm.

After that, he read every assignment we gave him. He never missed an appointment, and he was very eager to introduce us to his friends and family. His sister and his estranged wife listened to the discussions. His friends Manuel Aguilera and Miguel Rodrigues were both baptized. His enthusiasm was infectious and the work multiplied. Hermana Dávila and I were teaching discussions all day, and we didn’t even have to leave the neighborhood. We served together five months in Puerto La Cruz. Before we were transferred, fifteen of our investigators were baptized.

The Book of Mormon is a powerful witness of Christ. It has changed many lives, but never before or since have I witnessed such a dramatic or immediate change as it worked in the heart of Eliazar Rincones that day in Puerto la Cruz. I have looked back on that experience many times, and I just marvel at the work and the wonder that Lord has brought to pass inour day.

On June 7, 1992, Elder Bradford of the Seventy visited Venezuela and toured the mission. While he was in Puerto La Cruz, he decided to create the new Puerto La Cruz Stake from the Barcelona Stake, partly because Elias, Manuel and Miguel had been ordained elders. I was no longer serving in Puerto La Cruz, but I felt very proud to have made a contribution to the new stake.




Traducido por Erin Howarth, 8 de enero de 2.003
La conversión de Eliazar Rincones
Escrito por Erin Howarth 01-08-2003


En enero de 1992, yo era una misionera de regla en la misión de Venezuela Caracas. Presidente Hoffman acababa de mandar me del Barrio La Urbina al Barrio Puerto la Cruz para trabajar con la Hermana Dávila. Ese primer mes era realmente dificil. Visitabamos muchas personas, y conocimos a mucha gente nueva, pero nadia quería bautizarse. No fui yo de mucha ayuda a mi compañera. No hablaba mucho el español. Tenía solamente un mes en Venezuela y no aprendía la lengua muy rápidamente.

Una de las jóvenes del barrio arregló para que conocímos a su amigo, Elias. Le enseñamos la primera charla en la casa de su amiga. Él estaba muy amable, pero probablemente no muy interesado. Le dimos un Libro del Mormón y le invitabamos a leerlo y a orar de él. Fijabamos una cita para enseñar más en unos días.

Más adelante en la semana, lo esperábamos en la casa de su amiga. Mientras que él subío las escaleras, él nos vio sentadas en el pórtico, y la mirada en su cara nos dijo que él se había olvidado de nuestra cita. No pienso que él realmente deseó hablar con nostras, pero se sentó. Le preguntamos acerca de su lectura del Libro del Mormón. No había leido, así que decidíamos leer juntos.

Como siempre hizo en esta situación, mi compañera asignó a cada uno de nosotros a leer cinco versos de 3 Nephi 11. Pienso que la Hermana Dávila comenzó. Ella leyó los primeros cinco versos, y entonces le tocaba a Elias. Él leyó cinco versos, y entonces leyó cinco más, y cinco más, ye cinco más. De repente, él se parecía recordar donde estaba, nos miró y se disculpó. Pero nosotras éramos muy felices con su entusiasmo.

Después, leyó cada asignación que lo dimos. Él nunca faltó una cita, y era muy impaciente introducirnos a sus amigos y a sus familiares. Su hermana y su esposa escucharon las charlas. Se bautizaron sus amigos Manuel Aguilera y Miguel Rodrigues. Su entusiasmo era infeccioso y el trabajo se multiplicó. La Hermana Dávila y yo enseñaba charlas todo el dia, y no teníamos que salir de la vecindad. Servimos juntas cinco meses en Puerto la Cruz. Antes de que nos cambió, quince de nuestros investigadores se bautizaron.

El Libro del Mormón es un testigo poderoso de Cristo. Ha cambiado muchas vidas, pero nunca jamas atestigüé un cambio tan dramático o inmediato tal como el cambio que trabajó en el corazón de Eliazar Rincones ese día en Puerto de la Cruz. He pensado muchas veces en esa experiencia, y apenas me maravillo en el trabajo y la maravilla que el Señor ha traído para pasar en nuestro día.

El 7 de junio de 1992, Elder William Bradford de la setenta vistió a Venezuela y viajó por toda la misión. Mientras que él estaba en Puerto la Cruz, él decidía divider la estaca Barcelona y crear la estaca nueva de Puerto la Cruz, en parte porque habían sido Elias, Manuel y Miguel ordenado a la oficina de elder. No estaba más yo en Puerto la Cruz, pero me sentía muy orgulloso haber hecho una contribución a la estaca nueva.


¡Si... usted... traiga... una alma a mí, cúan grande sea su alegría con él en el reino de mi padre! - DyC 18: 15
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